Hermosas

Visor de obras.

Me gustaría conocer algún 205730

El primer amor, aunque no sea de una manera consciente, hace que descubramos y expongamos muchas de nuestras inseguridades y hasta dónde estamos dispuestos a llegar por conservar el amor que sentimos por esa persona. Sin duda, todo esto es algo que no olvidamos con facilidad. La vida es un continuo aprendizaje y a medida que va pasando el tiempo, aprendemos que el amor es importante, pero que también hay otras cosas importantes a las que debemos prestar atención. A veces, cuando no consigues olvidar a una persona, no te das cuenta de que esa persona ya ni siquiera es la misma que conociste. Con los años, ha cambiado, ha evolucionado y tiene su propia vida. Y en ese momento, el interés muere de una forma natural. Sencillamente, porque el apego al pasado no es la mejor forma de vivir. Debes quedarte con los mejores recuerdos del ayer, pero también mantener la motivación y la ilusión por afrontar las novedades del mañana.

En la isla en que detiene su esquife el argonauta del inmortal Ensoñación, donde la eterna pauta de las eternas liras se escucha: -Isla de oro en que el tritón elige su caracol sonoro y la ninfa blanca va a ver el sol -un día 5 se oye un tropel vibrante de fuerza y de armonía. Son los centauros. Cubre la llanura. Les siente la montaña. De lejos, forman son de torrente que cae; su galope al aire que reposa despierta, y estremece la acero del laurel-rosa. Van en galope acompasado. Junto a un fresco boscaje, fachada al gran Oceano, se paran. El paisaje recibe de la urna diurno luz sagrada que el vasto azur suaviza con límpida mirada. QUIRÓN Calladas las bocinas a los tritones gratas, calladas las sirenas de labios escarlatas, los carrillos de Eolo desinflados, digamos 25 junto al laurel ilustre de florecidos ramos la gloria inmarcesible de las Musas hermosas y el fama del terrible misterio de las cosas.

Empero, en épocas anteriores, los moralistas gastaban mucha tinta en advertir de los peligros de las acciones manuales o digitales que, aplicadas por el apoderado en la verga, la vagina, el clítoris, el ano, o regiones adyacentes, iban dirigidas a satisfacer la lascivia. Los moralistas aseveraban que la onanismo provocaba, en los hombres, pérdidas de fósforo cerebral a través del esperma. Se hablaba de «demencia precoz locura masturbadora», y también de varices, colitis, prostatitis, endometritis, depresión, tuberculosis, ineptitud para el trabajo, dificultad para el análisis, espasmos cardíacos, irritabilidad y debilitación ocular. Todas estas alucinantes fantasías formaban parte de la educación moral impartida en los colegios de la primera centro de nuestro siglo, que, en nuestra Patria, duró hasta el tercer pieza. La «patología» de la masturbación servía de argumento propagandístico para uso de los buenos padres de familia, y de los santos varones y mujeres que nos educaban en los colegios religiosos de la época. En el caso que nos ocupa, necesidad de masturbarse.

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