Deseos

Arte de la Seducción Robert Greene PDF

Soñar con 902936

Es una ordinariez quedarse en Madrid el verano. Quiere esto significar que, no habiendo château ni cortijo donde pasar un mes, se emplea todo el tiempo en los baños, aunque nadie de la familia se bañe nunca. Hay familias, pero yo apenas lo quiero creer, de quienes se asegura que, por no infringir dichas leyes y liturgias, hacen como que se van de viaje, y con discreto y económico disimulo se quedan aquí, en reclusión severísima, sufriendo este linaje de martirio, para tener propicia a la deidad a quien rinden culto, que es la Moda. Sea como sea, ya de veras, ya valiéndose de tretas y de recursos algo sofísticos, ello es el caso que en los meses de julio, agosto y septiembre apenas queda en Madrid persona conocida.

Hace miles de años, el poder se conquistaba principalmente mediante la violencia física, y se mantenía con la tuerza bruta. No había necesidad de sutileza; un rey o emperador debía anatomía inmisericorde. Claro que los hombres tenían una debilidad: su insaciable deseo de sexo. Una mujer siempre podía aventurar con este deseo; pero una tiempo que cedía al sexo, el macho recuperaba el control. Y si ella negaba el sexo, él simplemente podía voltear a otro lado, o profesar la fuerza. Primero atraían a un hombre por medio de una apariencia tentadora, para lo que ideaban su maquillaje y ornamento, a fin de producir la imagen de una diosa hecha carne. Los hombres se aficionaban a esos placeres sensuales y refinados: se enamoraban.

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